Todo lo que
quisiera decirte. Tanto. El punto es para qué decirte a vos – a vos – algo. Entonces
rebotan las ideas, se retuercen para adentro y ahí me ves, con la cabeza en un
cóctel de pensamientos dirigidos sin un puerto. ¿Para qué pensar? ASI – vengo,
voy, revuelvo, vuelco tu nombre, las causas, las maneras, lo que siento y
nuevamente: ¿Cómo podría imaginarte puerto de mi pensamiento?
Así y todo
un ala insiste con que podría ayudarte a ver esa historia que me hiciste actuar
(igual que a todas). Esa, sí, la misma película que siempre nombrás, la que me
calcé como anillo al dedo, y que me quebró el alma al medio y así ando, rengueando
la vida como puedo. Anudada.
Pero a mí
quién me ayuda me pregunto. A mí. ¿Quién?¿Quién me dice? algo. Estos momentos
me dan vuelta. No lo entiendo.
La soledad
no me detiene – es que soy fuerte – pero como tironea carajo. Cómo cuesta arriba
darse cuerda. Casi nada me detiene y eso asusta, creo, eso ensolece también. La
libertad asusta, creo, lo veo en los ojos que me observan mientras me hago cada
vez un poco más libre un poco más sola un poco más cierta un poco más sin vos
un poco más música un poco más vieja un poco más feliz un poco mas tierra.
Todo lo que
quisiera decirte tiene nombre, raíz, fundamentos
es tanto
que sólo puede nombrarse con silencio.