Fue como buscar un compañero ahí donde nadie se hizo cargo,
un humo que me abrace frente al miedo de esos perros cruzando la calle o los
resabios de las noches del miedo a la oscuridad.
Fue como sentir un beso en cada pitada y así calmar la
angustia del abandono, del olvido, cuando no podía más que observarme desde
afuera la entera soledad.
Qué triste es darse cuenta de que es la muerte la que me
acompaña, la que me persigue y no me la puedo quitar.
Pero hoy no soy más esa nena muerta, fumándose las penas
sola en una esquina o guardándose en un bar ¿Esperando que alguien la vea?
Que se vayan preparando – todos -los culpables, que voy a
dejarte y esta vez no me lo voy a fumar.
BIEN GORDA... DALES DURO
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